El tórrido calor mantenía el horizonte bamboleante pero las damas ya habían llegado a su destino, el caballo se detuvo y las dos bajaron, Ellain con la ayuda de Jane. Antes de que pudieran siquiera decirse algo notaron una presencia, al mirar a su derecha como si de una piedra preciosa violeta de desierto se tratase, una mujer las miraba fijamente con las manos metidas en las mangas totalmente inmóvil.
-Buenas tardes viajeras…y bienvenidas a Fedicia.
-Uhmm buenas tardes ¿quién eres…?
Ellain miró algo sorprendida a Jane ante una pregunta tan directa.
-Mi nombre es Tera, recibo a las extranjeras que vienen de lejos, es un rito sagrado de hospitalidad, si me permiten guiarlas por la ciudad…
Ellain sonrió, Jane no parecía muy convencida pero accedió, de todas formas no tenía nada mejor que hacer en una ciudad desconocida.
-Bueno, no nos vendría mal, no es que ande muy enterada de cómo se cuecen las cosas por aquí.
-Síganme por favor.
Jane amarró al caballo, le dió una pequeña palmada y siguieron a Tera, la ciudad no era más que un barrio, las casa estaban hechas de anciana y arenosa piedra, mientras que a lo lejos podía verse el palacio rodeado de casas mucho más lujosas y cuidadas.
-Si voltean aquella torre, pueden llegar al mercado y las tabernas para aprovisionarse, nosotras vamos hacia el lado contrario, allí les proporcionaré un lugar dónde establecerse mientras nos honran con su presencia…
-¿Así por el morro? ¡Pues vale! Este es nuestro día Ellain, a ver si por aquí tengo más suerte con mis cartas y el humor de los jugadores, en especial los del barrio ese de pijos que seguro que puedo sacar mucho de los tiparracos que encuentre.
-Siento decepcionarla señorita, pero en los barrios más allá de Fedicia tienen prohibida la entrada los hombres y las extranjeras sin acompañantes originarias de la ciudad.
-Pues a ver con que me entretengo yo ahora…
Llegaron entonces a una casa de un tamaño considerable con estandartes violetas a los lados, Tera les dio indicaciones de su habitación dejándolas ir solas por las escaleras mientras ella se exculpaba para atender otras obligaciones.
-Tera, qué original.
-Ha sido lo primero que se me ha ocurrido.
-¿Es ella Luna negra? ¿No solía viajar sola?
-Su acompañante parece más bien una refugiada ayudada por Luna negra, aún así he seguido sus instrucciones y esta mujer me ha llamado poderosamente la atención…yo no quiero dañar a nadie ¿puedo irme ya…?
-Ni siquiera lo pienses, esto no ha hecho más que empezar…
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