-¡¡¡Mmmm!!!!
Jane tenía la boca tapada por una tela, se había llevado el susto de su vida, pero no acababa ahí, alguien intentaba ahogarla, los ojos de la agresora estaban curiosamente también muy sorprendidos, era lo único que dejaba a la vista. En pocos segundos las dos estaban forcejeando en la cama en una lucha de fuerzas entre la liberación y la sumisión. La sumisión estaba ganando cuando de repente…
-¡¡Jane!!
Una bola de luz cruzó la habitación directa hacia la cara de aquella ninja la cual a pesar de haber sido pillada desprevenida consiguió esquivarla. Los planes parecían haber cambiado y la atacante fijaba sus ojos en Ellain.
-¡Pero que demonios ha sido eso Ellain!
-Yo solo quería…
Antes de que acabara la frase la mujer encapuchada en dos saltos agarró a Ellain y se la llevó corriendo por todo el pasillo a la vez que gritaba.
-¡Si quieres recuperarla tendrás que venir a buscarla, Luna Negra!
-¡¡Ellain!!
Jane solo corrió hasta la puerta, sabía que no tenía sentido tratar de seguirla, cuando se paró en el marcó de la puerta asimiló las palabras de la misteriosa mujer y extrañada preguntó para sí misma.
-¿Luna Negra….?Pero..¿que ha pasado aquí…? ¡¡Teraaaaaaaaaaa!!!
Jane bajó corriendo las escaleras hasta recepción.
-¿Señorita a que viene tanto alboroto?
-¡Tera adónde demonios se ha llevado esa mujer a Ellain!
-No sé a que se refiere señorita pero cálmese y tenga, esta nota es para usted.
Jane cogió la nota casi desquiciada y leyó lo que parecía una dirección.
-¿Piensas que soy imbécil? ¡Esto me huele mal, porque esta hospitalidad tan extraña, y esa maldita enfermera…dime dónde está Ellain maldita zorra o te juro que te quemo la casa!- Jane agarraba a la sirvienta con fuerza del cuello de su vestido
-¡Por favor no me haga daño, me obligaron yo no quería!
-¡Contesta!
-¡No sé mucho más señora por favor!¡ Y no sé nada de esa enfermera de la que habla!
-Estás tan cagada que dudo que me ocultes mucho más asique me piro..ah y por cierto SEÑORITA.
Jane cerró la puerta con fuerza tras ella y después de un suspiro miró al frente para encontrarse con miles de miradas de ciudadanos que la recorrían como si la hubieran escuchado.
-¡Que cojones miráis! ¡Ostia!
Finalmente fue ella la que se miró a sí misma, todavía en ropa interior.
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